Torrente de Cinca

Historia

El origen de Torrente se debe a los asentamientos ibero-romanos cercanos a la vía romana de Lérida a Zaragoza. Posteriormente los árabes estuvieron establecidos en el lugar, de éste modo se alzaba, y todavía se alza, en la parte más alta del lugar de Torrente, el castillo musulmán.

Los asentamientos agrupados en el núcleo de Torrente aparecen en esta época bajo la protección del castillo. El castillo dio a la población función militar y es a partir de entonces cuando se produce el crecimiento de la población y expansión del lugar. El motivo de la ubicación del castillo árabe, se debe a la cercanía al río como fuente de vida, y a que forma parte de la línea defensiva musulmana.

La reconquista definitiva de Torrente a los musulmanes la llevó a cabo Ramón Berenguer IV con un ejército formado por soldados catalanes y aragoneses. Fue cedido entonces el lugar a los condes de Pallars. Posteriormente, Alfonso II la cedió definitivamente a la Orden de los Hospitalarios. Fueron estos últimos que otorgaron cartas de población a Torrente en el año 1176.

Alrededor del año 1230, Torrente ya se había convertido en una parte de la Encomienda de Amposta, más tarde de la de Villalba dels Arcs.

Para evitar cuestiones entre los términos de dos poblaciones tan cercanas como Torrente de Cinca y Fraga, se hizo el amojonamiento y separación de términos en una concordancia entre ambas villas en 1232. En 1249 se amojonó el término con Mequinenza, y más tarde con Candasnos, con lo que el de Torrente quedó perfectamente delimitado.

Cuando se cuestionaron los límites entre Aragón y Cataluña, el río Cinca marcó la frontera entre ambas comunidades. La villa de Fraga se consideró catalana (cabe recordar que la antigua Fraga estaba situada en la margen izquierda del río) y Torrente de Aragón. Estas cuestiones, unidas a las de señoríos distintos, hicieron que estas localidades hermanas se diferenciaran por razón de jurisdicción. Sin embargo, el hecho de que la llamada acequia Vieja regara ya tierras de ambas poblaciones contribuyó a que se mantuvieran las relaciones entre las dos poblaciones vecinas.

A mediados del siglo XVI, los Trinitarios Calzados se hicieron cargo del monasterio de San Salvador de Torrente. Anteriormente a la reconquista cristiana, existía ya una pequeña ermita en el mismo lugar.

A comienzos del siglo XVIII, entre los años 1702 y 1714, España se vio sumida en la Guerra de Sucesión. El legado de aquella guerra en Torrente fue la iglesia quemada.

Otra guerra un siglo más tarde, en este caso llamada de la Independencia, nos dejó en el año 1809 la ermita de San Salvador en llamas, lo que supuso el abandono definitivo del lugar por la comunidad religiosa allí instalada desde el año 1555.

Ya en siglo XX, allá por el año 1930 se proyectó una línea de ferrocarril entre Lérida y Caspe, con estación en Torrente. Dicha línea nunca llegó a entrar en servicio a pesar de haberse acometido ya importantes obras de ingeniería. Obras que sólo se produjeron en Torrente y no en otros lugares del trazado. Algunas de ellas, como el paso elevado del barranco de Vall del Cos, o un acueducto que pasa por encima de lo que hubiera tenido que ser la vía, podemos admirarlas en la actualidad.

La más reciente guerra que asoló España se produjo entre los años 1936 y 1939. Esa fue una guerra fratricida entre hermanos, quedando aún memoria viva de aquel funesto episodio de nuestra historia. Como en todas partes, Torrente sufrió en la propia carne el dolor de la Guerra Civil Española, pero, como en todas partes, Torrente ha sabido reponerse de aquel suceso mirando al futuro, pero sin olvidar el pasado, para que hechos desagraciados como aquella guerra no se vuelvan a producir.

Desde mediados de los años veinte hasta mediados los cincuenta del siglo XX, se desarrolló en Torrente una importante actividad empresarial y laboral debido a los numerosos yacimientos mineros de lignito hallados en el término. En el momento más álgido de las extracciones de carbón, llegaron a funcionar hasta una docena de minas, separadas entre ellas apenas por unos cientos de metros. La importancia de esta actividad para la población de Torrente especialmente, pero también para la comarca y otros lugares de provincias vecinas, fue determinante, pues no debemos olvidar que recientemente se había salido de una guerra y la economía local y comarcal, amparada en la agricultura, se había venido abajo. En aquellos tiempos el carbón era la energía que más se utilizaba en la industria, por lo tanto, la minería era una actividad muy cuidada. Tanto, que los jóvenes de la época por trabajar en las minas se libraban del servicio militar.